La familia de Rocío, una niña que se quedó sorda a los seis meses por una complicación con un medicamento, lucha por conseguir otro implante coclear que le permita volver a oír, porque el que le proporcionó la Seguridad Social se rompió hace medio año.
“Un implante coclear es para sordos profundos. El aparato se divide en dos partes; primero hay que operar a esa persona para introducirle una de ellas, y la otra va por fuera”, afirma Erika Platón, coordinadora del Servicio de Atención y Apoyo a las familias de ASPAS, asociación para sordos de la que forman parte Rocío y su familia.
“De esta manera esa persona puede escuchar casi con total normalidad. Es un aparato caro, de unos 10.000 euros. La parte interna es para toda la vida una vez se opera a la persona, pero la externa se estropea y hay que renovarla”, asegura Erika.
La vida de Rocío marchaba con normalidad. Con el implante coclear sufragado por la Seguridad Social podía hacer lo que todos los chicos de su edad. Al terminar en el instituto, decidió estudiar un ciclo de jardinería y pronto iba a empezar el ciclo de cocina. El problema apareció hace unos meses, cuando el aparato externo terminó rompiéndose, algo habitual tras varios años de uso.
Cuando el aparato dejó de funcionar, Roció volvió a quedarse sorda. “Hasta 2010 si se fastidiaba el aparato te lo pagaban, pero salió otra ley que lo anulaba. Desde entonces solo se puede renovar de manera gratuita cada siete años, y a Rocío aún le queda mucho”, señala Erika.
La familia de Rocío y la asociación ASPAS empezaron una campaña de recogida de tapones de plástico por todo Valladolid, para poder venderlos y conseguir un nuevo aparato para Rocío.
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